Comentario
Fue sin duda el primer instrumento que colaboró en la política de feminización. Desde el punto de vista ideológico no aportó nada nuevo, sino que fue más bien el vehículo de transmisión del pensamiento sobre las mujeres, sobre su papel en la familia y el hogar, y sobre su función social de moralistas, médicos, juristas, e intelectuales del Franquismo.
No obstante, fruto de la evolución de las filas de la Sección Femenina, como veremos más adelante, salieron las primeras contestaciones al Régimen, que poco a poco fue incorporándolas y dándoles cauce en forma de leyes. Las reformas fueron, comenzadas en los años 50, fueron propiciando una paulatina evolución social precursora de la Transición.
Pilar Primo de Rivera nació en Madrid en 1912. Era hija del entonces teniente coronel Miguel Primo de Rivera. Tras cursar estudios en distintos colegios religiosos, su hermano José Antonio la introdujo en el mundo de la política. El 29 de octubre de 1933, participó en el acto del Teatro de la Comedia, en el que se creó Falange Española. La hermana del fundador, que trabajaba en el Sindicato Español Universitario, organizó en junio de 1934 la Sección Femenina, en la que ocupó el cargo de Delegada Nacional durante cuarenta y tres años.
En 1934, cuando José Antonio Primo de Rivera fundó la Falange Española, la admisión de las mujeres no estaba prevista en sus estatutos. Poco después, José Antonio creyó conveniente crear un sindicato estudiantil capaz de contrarrestar el poder de las influyentes FUE, implantadas desde los años veinte en las universidades españolas. El SEU, Sindicato Español Universitario, tuvo que actuar en la clandestinidad hasta el 14 de marzo de1934, fecha en que fue legalizado. Finalmente legalizado, sus puertas estaban abiertas a las universitarias, entre las cuales, algunas de ellas estaban afiliadas, como Mercedes Formica. Pilar y sus primas, Inés y Dolores, no estudiaban ninguna carrera, pero alegaron esta condición para ser admitidas.
Mientras los chicos del SEU distribuían octavillas y se enfrentaban e las calles a los jóvenes izquierdistas, los líderes de la falange pensaron que una sección de mujeres dentro del sindicato podría ser muy útil a la hora de realizar labores de propaganda corriendo menos riesgo que los chicos, dado que entonces la sociedad era más paternalista con las mujeres. Se les reservaron a éstas las tareas de asistencia a los presos y a sus familias. En junio de 1934 se dio a conocer el primer manifiesto del falangismo femenino redactado por el propio líder de la Falange.
Pero las mujeres se implicaron en serio y mostraron una voluntad de lucha similar a la de los varones falangistas. Con ocasión de una de las conocidas giras festivas socialistas, que tanta animadversión provocaban en los ciudadanos de derechas, tuvo lugar un enfrentamiento entre socialistas y falangistas que se saldó con la muerte del joven falangista Juan Cuéllar y con varios heridos. Pilar apareció entre los denunciados culpables por Mundo Obrero y José Antonio aconsejó a a su hermana que se escondiera hasta que amainara la tormenta.
Esta muerte y la de la joven socialista acusada de vejar el cadáver de Cuéllar, fueron los primeros episodios sangrientos de una espiral de violencia sistemática que el gobierno quiso evitar prohibiendo las concentraciones o excursiones de grupos que excedieran el grupo familiar o llevaran cualquier signo.
La Sección femenina nació, pues, en medio de una peligrosa agitación social. Constituido legalmente el SEU, sus dirigentes procedieron a nombrar los mandos de la organización falangista femenina. Pilar Primo de Rivera fue designada Jefe nacional; Dora Maqueda, Secretaria nacional; María Luisa de Aramburu, Jefe provincial de Madrid, e Inés Primo de Rivera, Secretaria provincial. Entre las fundadoras, sin cargos, se encontraban Dolores Primo de Rivera, Mª Luisa Bonifaz y Marjorie Munden. A partir de entonces, este grupo asumió y dirigió los trabaos asistenciales que el partido había atribuido a las mujeres, pero sin renunciar a la idea de constituir un agran organización femenina.
En un principio las mujeres falangistas incorporadas al proyecto se encargaron de velar por los camaradas encarcelados. Las primeras acciones estuvieron circunscritas al ámbito madrileño. Se procuraba que los presos estuvieran bien alimentados y no perdiesen la moral en ningún momento, sobre todo en fechas especiales, como por ejemplo la Nochebuena. También se atendía de igual manera a las familias de los camaradas perseguidos. De esta manera, las mujeres falangistas comenzaron a ser vistas por los suyos como verdaderos ángeles protectores.
El 28 de abril de 1935, en un mítin celebrado en Don Benito (Badajoz), José Antonio definió a las mujeres diciendo que los falangistas no acostumbraban a usar la galantería con la que convertían a la mujer en "tonta destinataria de piropos", pero que tampoco eran feministas, pues no entendían "que la manera de respetar a la mujer consista en sustraerla a su magnífico destino y entregarla a funciones varoniles".
En 1935, Pilar Primo de Rivera y Dora Maqueda, con un kilométrico y cincuenta pesetas se recorrieron España para extender la organización a provincias. Consiguieron mujeres capaces de asumir las funciones de Jefes provinciales de su movimiento y crearon así la primitiva red del falangismo femenino.
También en 1935 se compuso el tradicional himno de Falange, el Cara al sol, con música de maestro Tellería y letra de poetas amigos de José Antonio. En una reunión en el café Or-Kom-Pom, de Madrid, se terminó de componer la letra. El himno se escuchó por primera vez en un mítin celebrado en el cine Europa, el 2 de febrero de 1936. En estos ambientes literarios se conoció Dionisio Ridruejo a José Antonio, cuya memoria honró el resto de su vida.
El mismo verano de 1935 José Antonio animó a Marichu de la Mora a contactar con su hermana Pilar. Marichu era una persona de la alta sociedad, casada y madre, con ganas de hacer vida independiente. Para Pilar, sin embargo, la Falange fue un modo de vida, al que se entregó en cuerpo y alma, incluso al que sacrificó un serio pretendiente. Como gran parte de las mujeres españolas no había mostrado interés por los títulos académicos, porque nunca los había necesitado para nada. Al cambiar las cosas, quiso reciclarse y por su temperamento práctico decidió estudiar enfermería, oficio que consideró provechoso. Consiguió transformar su vida hasta llegar a la fatídica fecha de 1936.
En los meses previos al 18 de julio, la Sección Femenina contaba tan sólo con dos mil quinientas afiliadas, distribuidas por dieciocho provincias. Todavía no tenían locales propios, por lo que se reunían en las salas del Museo del Prado, donde establecían contactos y pasaban consignas. En esta época de semiclandestinidad primero, y de clandestinidad después de la ilegalización del mes de marzo, también utilizaban domicilios particulares para esconder las camisas azules de los camaradas, adoptadas como uniforme desde el Congreso Nacional de Falange celebrado del 4 al 7 de octubre de 1934.
Comenzado el Alzamiento, que sorprendió a José Antonio ya encarcelado, y muertos este y otros miembros de la familia, Pilar consiguió pasar de Madrid a Salamanca -zona nacional-, donde Franco había establecido el Cuartel General del mando nacional. Dionisio Ridruejo, gran amigo de Pilar, formó parte del grupo de varones que asesoraron a la líder falangista.
Durante la guerra destacó Mª Paz Unciti, anteriormente citada que promovió el Auxilio Azul, cuya misión prioritaria era dar refugio a los camaradas perseguidos. Fue una de las primeras mujeres ejecutadas. También desde el primer momento de la contienda, Pilar Primo de Rivera se dedicó a revitalizar la Sección Femenina y convocó todos los años, a partir de ese momento, un Consejo Nacional itinerante, cuya sede variaba para extender su influencia por todas las provincias. En 1937, el Caudillo dictó un decreto que unía en un solo partido a la Falange con otras fuerzas derechistas que habían apoyado el golpe militar. De esta manera nació Falange Española Tradicionalista y de las Juventudes Obreras Nacional Sindicalistas, embrión del Movimiento Nacional que posteriormente Franco lideraría. Admitida a regañadientes la Unificación por parte tanto de las FET como de las JONS, las mujeres se dedicaron a la actividad y a la propaganda.